El tema de Irán, debido a la influencia de este país en Afganistán, estaba desde hace tiempo incoporado a la agenda de la reunión de los Ministros de Relaciones Exteriores del Grupo de los 8 (G-8) que se celebra en Triste (Italia) entre el 25 y el 27 de Junio. Sin embargo, la crisis derivada de las elecciones presidenciales iraníes del 12 de Junio han hecho que este tema sea uno de los más importantes para este grupo de países.
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No solo el gobierno iraní había sido invitado a participar, una invitación que luego ha sido rechazada, sino que muchos veían en este hecho el inicio del reconocimiento internacional de la posición e influencia iraní en la región. A pesar de estos buenos auspicios, no solo se ha perdido esta oportunidad sino que estos estados no quieren, ante sus opiniones públicas, aparecer como condescendientes con el gobierno iraní. Algo que se deriva fundamentalmente de la reacción policial a las manifstaciones en Teherán y no a las denuncias de fraude en las elecciones. Es menos problemático reunirse con representantes de gobiernos elegidos con sospechas de fraude que con representantes de gobierno que reprime duramente a su población causando más de 20 muertos reconocidos oficialmente.
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Irán necesita de la comunidad internacional y la comunidad internacional necesita de Irán pero eso no debe interpretarse como un signo de debilidad sino como una realidad de la interdependencia en la que vivimos..
Italia, presidente de turno del G-8 y organizador de la reunión, intentará encontrar una base común entre los estados miembros para condenar el accionar del gobierno iraní pero con un comercio bilateral irano-italiano de 6 billones de euros anuales, el objetivo no sérá avanzar hacia un mayor aislamiento internacional de Irán.
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El desafío no solo es lograr una posición común en el seno del G-8 sino en el de la UE, donde en la medida de lo posible deben evitarse que los distintos países europeos tomen posiciones individuales que podrían ser interpretadas como una falta de unidad en este tema.
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