A pesar que Mahmud Ahmadineyad asumiera su segundo gobierno como presidente, la situación en Irán sigue siendo inestable políticamente hablando. En realidad, las dudas sobre el resultado de las elecciones presidenciales del 12 de Junio, la reacción pública ante la percepción de fraude y el accionar de las fuerzas de seguridad iraníes hacia los manifestantes son solo la parte más superficial del problema.
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El conflicto interno iraní deriva de tres situaciones que se interconectan y se superponen.
.El conflicto interno iraní deriva de tres situaciones que se interconectan y se superponen.
En primer lugar hay un conflicto en el seno de la dirigencia político clerical del país: Así, hay choques entre Ali Jamenei (Líder Supremo) y Ali Akbar Hashemi Rafsanyani (ex presidente entre 1989 y 1997 y actual presidente de dos órganos importantes dentro de la estructura de poder iraní, la Asamblea de Expertos (que elige al Líder Supremo y también puede apartarlo) y el Consejo de Discernimiento). Rafsanjani apoyó a los candidatos de la oposición y su hija fue detenida por parte de las fuerzas de seguridad en medio de las manifestaciones posteriores a las elecciones. En este sentido, lo que hay es un juego a mediano plazo por ocupar los estamentos que la constitución iraní determina para los clérigos, fundamentalmente el de “Líder Supremo”, además de diferencias y animosidades personales.
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En segundo lugar, hay un conflicto cada vez más palpable entre esta misma elite político-clerical y la nueva generación de neoconservadores, donde podríamos situar al presidente Ahmadineyad, sus bases entre los Guardias Revolucionarios y los Basijis y la influencia ideológica de personas como el Ayatollah Muhammad Taqi Mesbah-Yazdi. Este clérigo ha afirmado en varias ocasiones que la legitimidad de los gobernantes deriva de Dios y no de las elecciones. Para decirlo en términos claros, si Irán es una República Islámica, para Yazdi es solo un estado islámico, no una república con división de poderes, contrapesos, controles y participación de los gobernados
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Ayatollah Mesbah Yazdi
.Entre este grupo tiene mucha fuerza la creencia shiita del Mahdi, el gobernante que desapareció en el siglo IX, se encuentra oculto y volverá algún día para restablecer la paz, el orden y la justicia. Si la estructura de la república islámica establecida por Jomeini luego de la revolución de 1979 era considerada una estructura transitoria hasta la llegada del Mahdi este grupo considera que la llegada es inminente y por eso puede comenzar a desmontarse esa estructura transitoria.
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De ahí que los choques entre Jamenei y Ahmadineyad se han acrecentado en las últimas semanas. Hoy nadie piensa, como sucedía en años anteriores, que Ahmadineyad acata ciegamente las órdenes del líder supremo, Ali Jamenei.
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El tercer conflicto, el que ha tenido mayor repercusión mediática luego de las elecciones, es el de los ciudadanos que se sienten engañados por los resultados electorales. Mir Hosein Mousavi, el candidato que perdió las elecciones, no es un revolucionario que quiera cambiar la estructura de poder en Irán, él cree en los principios de gobierno impuestos hace treinta años por la Revolución Islámica, su diferencia es solo con los resultados de las elecciones y con la reacción del gobierno.
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El descontento por el resultado de las elecciones ha sido la gota que colmó el vaso de la paciencia de una población urbana joven que sufre problemas debido al endurecimiento de los controles sociales llevados adelante por el gobierno de Ahmadineyad, y que en los últimos años ha visto como los enormes ingresos derivados de los precios altos de petróleo no han servido para mejorar su situación económica donde el desempleo y la inflación aumentaron peligrosamente.
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No se trata de un grupo homogéneo, organizado, con un liderazgo claro y con un proyecto más allá de la estructura actual de poder. ¿Es que acaso proponen un regreso al sistema monárquico de la época del Sha o una moderna democracia liberal donde no haya lugar para el estamento religioso que ha ejercido el poder desde 1979?.
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En definitiva, tenemos varios conflictos al mismo tiempo, de ahí lo peligroso que resulta el tratar de simplificar la situación para tratar de entenderla. Las siguientes semanas serán decisivas ya que Ahmadineyad deberá presentar su gabinete que deberá ser aprobado por el Parlamento. Quienes constituyan ese gabinete nos dirá mucho acerca de las bases de poder, aliados y opositores del nuevo gobierno y del tratamiento que le dé el parlamento podremos inferir si las diferencias dentro de la estructura de poder iraní tienden a solucionarse o a profundizarse.
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No cabe dudas de que el nuevo gobierno se enfrenta a una grave crisis de legitimidad interna que tiene su contraparte a nivel internacional. Tenemos todavía una ventana de oportunidad, esperemos a que la situación de aclare un poco y luego veamos de que manera podemos solucionar los problemas pendientes de Irán con la comunidad internacional.
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