Pedro el Grande solía decir que Rusia tenía solo dos aliados permanentes: Su ejército y su marina. Viniendo del modernizador del Imperio Ruso y del constructor de la hermosa San Petesburgo, esta máxima política no ha perdido vigencia en los últimos trescientos años desde que este zar ruso la expusiera.
Los países más importantes hacen del realismo político el norte de su política exterior y el derecho internacional, los derechos humanos y la autodeterminación de los pueblos suelen ser excusas más que guías. Perder de vista este hecho básico suele ser muy lamentable, sobre todo por las sorpresas que depara la realidad.
La sociedad y la dirigencia de Irán, por su parte, suelen recordar que durante los ocho años de guerra con Irak (1980-1988) pocos países los apoyaron y que se encontraron solos ante Saddam Hussein que era el niño mimado de los países árabes del Golfo Pérsico así como de las principales potencias globales. La comunidad internacional suele olvidar este hecho pero está muy vívido en el imaginario popular iraní. Hay poco márgen para confiar en amigos externos.
En vista a estas posiciones, no debería sorprender a nadie que Vladimir Putin de visita en Francia haya afirmado hoy que Moscú suspenderá el envío de los sistemas de defensa antiaéreo S-300 que Rusia promete desde hace meses que enviará y que sufren metódicas demoras. Lo mismo sucede con la finalización de la central nuclear de Bushehr.
Rusia negocia con Francia la compra de sistemas navales de última generación y esta es una prioridad. Por otra parte, resulta importante mantener buenas relaciones con Estados Unidos en un momento en que las tensiones con China en cuanto a la influencia en Asia Central preocupan a largo plazo. La inestabilidad en Kirguistán y la situación en Afganistán son muestras de lo volatil de la región.
En definitva, Rusia busca sus propios intereses e Irán tiene poco por hacer al respecto.
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