Desde hace más de una década se ha hablado de la presencia de Hezbollah en algunos lugares específicos de América Latina. Por ejemplo la zona conocida como “Triple Frontera” entre Argentina, Brasil y Paraguay. Una zona donde la presencia estatal es débil o inexistente lo cual genera problemas de seguridad que no se limitan al terrorismo sino que se relacionan con delitos de carácter económico. Lavado de dinero, contrabando, tráfico de drogas y la violencia que suele acompañar a esas situaciones de marginalidad.
Estos días se ha informado que autoridades mexicanas habrían detenido a un miembro de Hezbollah en la ciudad de Tijuana, se trata de Jamil Nasr quien llamó la atención de las autoridades mexicanas debido a sus continuos viajes a Líbano. Nasr habría intentado establecer una red de la organización libanesa a partir de ciudadanos mexicanos con vínculos en Líbano.
Hezbollah, no debemos olvidarnos, se financia fundamentalmente a partir del tráfico de drogas, dinero que luego es utilizado para financiar actividades sociales entre las poblaciones shiitas y para mantener una estructura militar.
México, por su parte, ha visto como el narcotráfico aumenta la inseguridad y la violencia que se vive en sus ciudades. El hecho de que una organización como Hezbollah mantenga vínculos en México debería ser una señal muy preocupante no solo por hacer referencia al terrorismo sino particularmente al tráfico de drogas.
Desde hace un tiempo hay informes que indican que existiría un entendimiento entre Hezbollah y los carteles de droga mexicanos, ambos buscan ganar dinero con sus actividades delictivas aunque esos recursos se usen luego para objetivos distintos.
A los ciudadanos latinoamericanos posiblemente el terrorismo islámico internacional les parezca una amenaza lejana y que poco tiene que ver con su vida pero por el contrario si sienten los peligros que significa el narcotráfico en sus sociedades. De allí que las actividades de Hezbollah en la región deban ser consideradas con mucha atención porque no se trata de algo ajeno o que pueda tener un impacto lejano, sino que se trata de delitos que afectan a los que viven en estos países.
No es la primera vez que Tijuana se convierte en un tema de preocupación para las autoridades. En 2005 Salim Boughader Mucharrafille, dueño de un bar en Tijuana fue encontrado culpable de ayudar a ingresar ilegalmente a Estados Unidos a ciudadanos libaneses. Aunque su defensa sostenía que era un caso de inmigración ilegal las autoridades norteamericanas afirmaban que existían vínculos entre esta persona y Hezbollah.
Además de tráfico de personas y actividades relacionadas con el narcotráfico hace más de una década que varios informes indican que el lavado de dinero es una de los delitos más comunes en cuanto a las investigaciones acerca de Hezbollah en América Latina. Lo que hay que decir es que ese delito lamentablemente no es privativo de la organización libanesa sino que se realiza en nuestra región debido a los escasos controles estatales. Si hubiera un estado fuerte que cumpliera sus funciones ni Hezbollah ni ninguna otra organización podría moverse impunemente por las porosas fronteras internacionales de la región.
En cuanto a la financiación de actividades terroristas, es un delito grave muy difícil de probar. No todo envío de dinero desde ciudadanos de Medio Oriente, en este caso libaneses, desde América latina hacia aquellos países constituye un delito de este tipo, ni aún si se realiza a través del sistema de hawala. Existen miles de libaneses que trabajan legalmente y cuyas remesas de dinero llegan a sus familias sin otra motivación que el de constituir un apoyo económico a los suyos. Es por eso, que más y mejores controles financieros, evitarán que estas personas sean estigmatizadas o sospechadas por el solo hecho de ser ciudadanos de un estado o enviar dinero a un destino particular.
Irán conoce los peligros del narcotráfico particularmente la situación que se vive en la frontera con Afganistán y Pakistán que se ha convertido en uno de los puntos más peligrosos para el gobierno iraní debido a la actividad de las redes de narcotraficantes. Esa experiencia podría ser la base para que en sus intentos por mejorar y profundizar sus relaciones con los gobiernos latinoamericanos desde Irán se brinde mayor cooperación al respecto.
El conocimiento que el gobierno iraní tiene de Hezbollah sería de inmensa ayuda para los gobiernos latinoamericanos que, como es el caso de México, deben luchar contra estas alianzas transnacionales delictivas.
La colaboración iraní en este tema con los gobiernos de nuestra región serviría a ambas partes. No solo que haría más seguros a estos países sino que ayudaría a disipar las sospechas acerca de las motivaciones iraníes en el acercamiento de Teherán a los países de América Latina. En ese tipo de colaboración solo habría beneficios mutuos.
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