La elección de Barack Obama ha generado muchas esperanzas centradas en el deseo de que cambien algunos aspectos de la política exterior norteamericana. El tema iraní no ha sido una excepción y comienzan a abundar análisis acerca de cuál debe ser la actitud de la nueva administración hacia el gobierno de Teherán.
Antes de avanzar en este tema deberíamos preguntarnos si, más allá de los deseos, hay realmente lugar para un cambio de estrategia norteamericana en Medio Oriente en general y en Irán en particular. El sistema político norteamericano no descansa únicamente en los deseos del presidente de turno, existe un complejo conjunto de órganos e instancias que podríamos denominar "política burocrática" que pugnan por imponer sus ideas y objetivos que no siempre son fácilmente identificables con lo que se llama "interés nacional". Así podríamos citar el papel que representa el Congreso, el Departamento de Estado, el Departamento de Defensa, las Fuerzas Armadas y las agencias de seguridad e Inteligencia. También existen instancias no formales con capacidad de influencia, como es el caso del llamado "lobby israelí", cuya importancia ha cobrado gran relevancia analítica en los últimos tiempos debido a la publicación de un estudio sobre ese tema por parte de dos importantes académicos norteamericanos (John J. Mearsheimer y Stephen Walt, El lobby israelí y la política exterior norteamericana). El artículo que dio inicio a la discusión puede bajarse desde aquí.
Más allá de estos análisis y del debate que han generado, lo que resulta de interés es preguntarnos acerca de por qué es necesaria una nueva política exterior con respecto a Irán: La respuesta es muy simple, es necesaria porque la actual política ha fracasado.
Ahora bien, qué es lo que debería hacer Barack Obama para revertir esta situación. Karim Sadjapour, por ejemplo, afirma que el problema no es "si los Estados Unidos de América deben o no hablar con Irán, sino que la pregunta es de que manera hay hablar con Irán para maximizar las posibilidades de alcanzar un acuerdo beneficioso para ambas partes". Este analista nos recuerda que no todo es oposición entre Washington y Teherán sino que en dos temas esenciales para la administración norteamericana, Irak y Afganistán, los intereses iraníes son muy similares y podrían ser utilizados como una base de entendimiento. Irán desea que Irak y Afganistán sean estados más estables y hasta, podríamos agregar, también desea que Irak no se convierta en un actor demasiado poderoso en el ámbito regional. En este caso los intereses iraníes y norteamericanos son idénticos.
Sin lugar a dudas, el principal tema de discusión será el referido al programa nuclear iraní pero más allá de las dificultades que entraña no significa que no pueda llegarse a un acuerdo. Posiblemente los Estados Unidos de América esperen hasta las elecciones presidenciales iraníes del 12 de Junio de 2009 para hacer cualquier movimiento. También, casi con seguridad, nos enteraremos por los diarios una vez que el acuerdo esté al menos esbozado ya que en esta clase de situaciones la diplomacia secreta (o al menos discreta) ha probado ser mucho más eficiente que la diplomacia abierta.
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