Uno de los grandes interrogantes acerca de la futura administración norteamericana es de qué manera el nuevo presidente va a encarar la relación con Irán habida cuenta que la continuidad de la política republicana a todas luces resulta lesiva tanto para los intereses norteamericanos como para la estabilidad del Medio Oriente además de no producir ningún resultado satisfactorio en los últimos ocho años.
Ya desde el año 2006 el Grupo de Estudio creado para analizar la situación de Irak (Iraq Study Group) señalaba en su informe final la necesidad de tratar con Irán por su importancia a nivel regional.
Por lo tanto, que quedan descartado dos ejes de acción: En primer lugar, no hay lugar para iniciar un conflicto bélico con Irán ya que las condiciones militares de los Estados Unidos no lo permiten a la vez que se generaría un aumento de inestabilidad aún mayor del actual en Medio Oriente. En segundo lugar, tampoco hay espacio para iniciativas orientadas al cambio de régimen ya que la experiencia iraquí ha enseñado que la reorganización posterior no solo es problemática sino que la misma población local no apoya fácilmente este tipo de políticas. Por lo tanto, la política más sensata sería iniciar negociaciones directas y sin precondiciones tal como lo ha manifestado Barack Obama en su campaña (aunque decir esto casi resulta una obviedad, ni los iraníes aceptarían precondiciones como tampoco lo harían los norteamericanos).
Tomando en consideración este hecho, resulta necesario un cambio de estrategia que seguramente reunirá dos condiciones básicas: Será un diálogo alejado de las cámaras en los primeros momentos (una exposición amplia no conviene ni a ninguno de los dos actores) y creemos tendrá lugar en la segunda mitad del próximo año, en el mejor de los casos, una vez que esté en funciones el nuevo presidente iraní (las elecciones presidenciales son el 12 de Junio de 2009).
Si bien muchos expertos coinciden en que una decisión tan importante como la de embarcarse en negociaciones directas con los Estados Unidos de América no corresponderá sólo al Presidente de Irán sino fundamentalmente al Líder Supremo, Alí Khamanei, también resulta cierto que es más práctico esperar a la nueva administración iraní (en el caso de que Mahmud Ahmadeniyad no sea reelecto).
En cuanto a los temas centrales a ser discutidos, el principal sería el referido a las actividades nucleares de Irán y los temores acerca de la posibilidad de que el proyecto civil tenga fines militares. Al respecto hay varios aspectos que deben ser tomados en cuenta: En primer lugar, el hecho que el programa nuclear iraní no solo está bajo el análisis de la AEIA (Agencia Internacional de Energía Atómica) sino que ha llegado al Consejo de Seguridad. Esto hará que la comunidad internacional, al menos los países miembros permanentes del Consejo de Seguridad, tengan un papel en este ámbito.
La comunidad internacional luego de lo sucedido en Irak está mucho menos dispuesta a aceptar la existencia de un plan nuclear iraní basándose en pruebas débiles y poco concluyentes.
Finalmente, la relación entre Terrorismo e Irán y el temor a que Irán suministre armas nucleares a grupos terroristas han demostrado tener poco base real. Hasta la prestigiosa revista Foreign Policy en su edición en español señala que es cada vez menos probable que se dé este escenario.
Irán ha demostrado ser un actor racional en la escena internacional, mucho más lógico y previsible de lo que se está dispuesto a aceptar.
Finalmente debemos señalar que tanto en Irak como en Afganistán (ver "US and Iran in Afghanistan") los intereses norteamericanos e iraníes coinciden puesto que el lograr mayores niveles de estabilidad es la preocupación central tanto de Washington como de Teherán. Posiblemente, esta podría ser una base de inicio para las negociaciones.
Las cuatro rondas de negociaciones sobre Irak de las que participaron representantes de estos dos gobiernos demuestran que el diálogo es posible.
De seguro que no será fácil el camino ni para Irán ni para los Estados Unidos. Por el lado iraní deberá superarse no sólo uno de los ejes centrales de su política exterior: la oposición a Washington, sino que deberá lograrse un consenso entre los distintos polos de decisión más allá de la voluntad de Khamanei.
En cuanto a los Estados Unidos, si bien negociar abiertamente con Irán generará críticas desde algunos sectores creemos que será positivo para su seguridad nacional y para la seguridad global, el iniciar la búsqueda de una solución negociada a los problemas irano-norteamericanos.
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