La visita a Venezuela, país con el que las relaciones políticas son más estrechas, no pareció agregar nada nuevo a la relación bilateral. Era simplemente imposible que Ahmadineyad "cruzara el charco" y no visitara Caracas.
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La semana anterior a la visita presidencial el canciller venezolano Nicolás Maduro visitó Teherán y pocos días antes el Director para América del Sur del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán, Ahmad Sobhani, fue trasladado a Caracas como embajador residente hasta que el nuevo embajador iraní sea nombrado en eses destino. Esta fluidez de contactos parecería indicar que las relaciones marchan sobre ruedas aunque tal vez no sea tan simple en la realidad.
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El gran desafío de las relaciones entre Caracas y Teherán es dar un orden y continuidad a las cientos de iniciativas firmadas en los últimos años, muchas de las cuales no han comenzado a implementarse y otras ya implementadas no han dado los beneficios esperados a las empresas particpantes. El desafío es salir de una relación retórica en lo político y de un intercambio comercial estatalmente subsidiado en lo económico.
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Si ese objetivo no se logra, es probable que Irán convierta a Brasil en su socio real y a Venezuela en su socio virtual.
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