Este hecho, casi anecdótico, el de traer a colación a Hugo Chávez, muestra que tanto en Irán como en diversos países de América Latina, la existencia de una fuerte oposición a las políicas de acercamiento bilateral no se debe a las políticas en sí sino a quienes las realizan o al modo en que se llevan a cabo. Para decirlo en términos más claros, es factible que sectores sociales (y políticos) iraníes se opongan al estrechamiento de relaciones con Venezuela debido a Hugo Chávez y no al pueblo venezolano.
Lo mismo sucede en el caso latinoamericano. El Movimiento de Liberación Sandinista, en Nicaragia, hizo pública su oposición a los acuerdos firmados entre Managua y Teherán ya que se trata de una "virtual privatización" de las relaciones bilaterales que solo pasan "por Ortega y sus más estrechos colaboradores".
El mismo tipo de críticas se reflejan en las declaraciones del principal jefe del partido de la oposición boliviana, Jorge Quiroga, así como del Prefecto de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, también en Bolivia.
El interesante y beneficioso acercamiento entre Irán y América Latina que se ha producido en los últimos años se enfrenta a su peligro más grave: Que las relaciones se estanquen a nivel de las administraciones y que no trasciendan a los pueblos. Si este peligro no se supera se corre el riesgo de que cualquier cambio de los líderes políticos, en América Latina o en Irán, signifique una disminución del actual nivel de las relaciones bilaterales. El gran desafío es incorporar a los diversos actores sociales en este esquema de cooperación bilateral.
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